
Existe una forma de meditación y retorno a la calma muy corta que se puede practicar justo antes de encontrarnos con los alimentos para entrar en un estado de comunión profunda con la comida. Se trata de tomarse el tiempo, dos o tres minutos, para sintonizar con nuestro sistema nervioso parasimpático a través de la respiración consciente y la visualización de todo el proceso necesario para que un plato de comida esté listo en la mesa frente a nuestros sentidos.
¿Alguna vez han imaginado ese proceso? Las semillas, las plantas creciendo, la tierra, el sol, la lluvia...alimentando el crecimiento de las frutas, semillas y vegetales; los campesinos cultivando la tierra, y bueno podríamos viajar aún más atrás: el proceso de fertilización de la tierra, y de nuevo, el arduo trabajo de los campesinos que la preparan, la riegan, seleccionan los frutos de ella, cuidando con esfuerzo, bondad y dulzura de todo eso que después llega a nosotros.

Las nuevas generaciones hemos perdido nuestro vínculo con la naturaleza, de hecho, hasta con la naturaleza misma de las cosas, de los actos, y de los procesos implicados en la alimentación más allá de ese momento, a veces desaforado, de encuentro entre nosotros y la comida. Esto es algo que para nuestros ancestros fue fundamental en la comprensión y consciencia del entorno. ¿Será necesario despojarnos de todas las comodidades, renunciar a nuestros trabajos e irnos a vivir a la montaña para volver a esa conexión vital? No necesariamente.

Como parte de esa conexión que estamos buscando restablecer con nosotros mismos a través del Yoga, está el entendimiento de la no separación, algo que cuesta porque hemos sido programados con prácticas e información que nos hacen creer que esa brecha es real; volver a escuchar, oler, sentir la naturaleza es un primer paso. Y ¿qué tal empezar a conectar con los caminos ancestrales, las historias ricas y profundas de los campesinos, conocer un poco de sus vidas y evidentemente, de los procesos de cuidado de la tierra, cultivo y recolección?
Esto es lo que venimos haciendo realidad aquí en Vanadurga Ashram y en toda la Cuenca del Río Arenal, y una de esas visitas recientes fue a la casa de uno de los campesinos que nos trae frutas y vegetales para la alimentación de los huespedes y Karma Yoguis, Nicolás.

Es difícil reunir palabras para describir esta experiencia, pero algo que sí podemos compartir es su realidad transformadora que nos permitió vivir algo más que una caminata a través de montañas y ríos. Una experiencia que seguiremos explorando como parte de estos procesos de reivindicación con el campo, sus habitantes, con la naturaleza, para que poco a poco seamos más las personas que estemos conscientes de la importancia de proteger este lugar, el planeta tierra.
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