LA PAZ-CIENCIA QUE ENSEÑA EL YOGA
- Mercadeo Atman Yoga
- 11 mar
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Deseamos que nuestros muertos descansen en paz, nos deseamos “que la paz esté contigo” estrechando las manos cuando el sacerdote da la orden en la misa, oramos a solas o reunidos por la paz del mundo, entre países, paisanos, vecinos y hermanos. Buscamos tener un hogar en paz, exigimos que “nos dejen en paz” cuando se nos agota la paciencia y, muy profundamente, tanto en el corazón del “santo” como en el de aquel que se considera “políticamente incorrecto”, es la paz lo que más se desea porque es el fin último de nuestra existencia humana. Su energía vibra más alto que la del amor, la salud intacta, el poder o la fortuna. La paz es el único estado que nos permite callar el ruido mental de los pensamientos negativos y de tantos otros deseos, de manera que cultivarla se convierte casi en una ciencia.
Cuando llegué a Vanadurga Ashram, en San Rafael, Colombia, deseosa de estar en mayor contacto con la naturaleza, profundizar en mis prácticas de yoga, meditación y mindfulness, pues me han aportado mucha paz, conocer personas afines y poner al servicio saberes en los que me siento aún novata luego de una larga carrera en el mundo de las finanzas corporativas, sentí una inmensa alegría nada más adentrándome a la selva y el río que viven en comunión con este lugar. Emoción que se hizo todavía más profunda con las miradas y sonrisas de las personas que me recibieron y que se reafirmó al dar un vistazo a todo el material didáctico del kit de bienvenida que recibí como karma yogui.

El primero, escrito por Nirmala, la fundadora del Ashram, y por Satyadev, otro maestro de la tradición Sivananda, se llama “Yoga, un camino para la paz”. En él vi varios términos en sánscrito sobre los principios y prácticas de esta tradición explicados de manera sencilla y didáctica, resonando en lo más profundo de mi ser. El segundo librillo, llamado “Curso Yoga, serie Rishikesh para la paz”, señalaba las 12 posturas más beneficiosas del yoga, muchas de las cuales ya había integrado en mi práctica diaria personal, pero de manera desordenada o inconstante. Me fascinó que apuntaban el chakra o centro energético que más se trabaja en cada una. Aunque yo, que he sido muy pragmática, prefiero nombrar la “glándula endócrina”, entendí la función de cada uno de estos 7 vórtices energéticos y su importancia en nuestra salud y bienestar.
Con el pasar de los días en el Ashram, siguiendo la serie Rishikesh, los satsangs y, en general, el armonioso estilo de vida que promueve la tradición Sivananda, comencé a notar la gran diferencia que supone practicar estas posturas en el orden señalado y a integrar la filosofía de este camino al que llegué hace siete años. Fue un proceso de autoconocimiento, de sanación profunda tras momentos difíciles: crisis de divorcio, enfermedades, un proceso terapéutico intenso, cambio de carrera, el fallecimiento de seres cercanos, una segunda decepción amorosa y otros eventos desafortunados. Sin duda, las prácticas y las personas que fui encontrando en este camino aportaron tanta paz, alivio a mis cuerpos físico, mental y emocional, que regresé al país con ánimos de compartir todo lo aprendido.

Buscando vivir un retiro espiritual que me permitiera seguir profundizando en mi práctica, estuve a punto de viajar a la India sin saber que en Colombia existía un lugar como este. Hoy agradezco profundamente haber encontrado un espacio donde la espiritualidad es vivida con total entrega, en medio de una majestuosa selva y cerca de mis raíces. En este tránsito, he debido aceptar el rechazo de algunos miembros de mi familia, que juzgan erróneamente mis creencias religiosas simplemente por promover el yoga y la meditación, sin imaginar cuánto se ha fortalecido mi relación con Dios y mi fe en la existencia.
Pero bueno, de estas cosas ahora me río. Por suerte y gracias al yoga, he cultivado la PACIENCIA, una virtud que me faltaba. Hoy renuevo con más fuerza y fundamentos la esperanza de mantener viva la esencia de todo este legado del yoga, para que más personas experimenten este camino de bienestar, sanación y autoconocimiento. Porque al final, la verdadera paz se cultiva desde adentro, conectando con nuestros chakras, nuestra energía vital y la fuerza del kundalini que nos guía hacia una transformación profunda. Estoy segura de que las plegarias por la paz de las que hablaba al comenzar esta reflexión serán una realidad más visible cuando más personas se unan a este camino de espiritualidad, antes de ser padres, jefes o líderes de cualquier índole.
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