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Foto del escritorVanadurga Ashram

NOTICIAS QUE LLEGARON DEL SILENCIO.

Actualizado: 9 may 2021

Por: Clara del Agua

“Cuando hoy todos demuestran que nadie puede caminar en ninguna parte, me parece bueno levantarse rápido y correr.” - Michel Serres -


¿Si no es en la propia vida, para qué han de servirnos las ideas y los aprendizajes que hemos experimentado hasta este momento?


Como se hace cada vez más evidente, estamos en un sistema que ha pautado y pauta incisivamente nuestras formas de ver, pensar, sentir, hablar, actuar, aprender, elegir y relacionarnos en el mundo. Sumisamente estamos cumpliendo un montón de códigos que pasan por la urbanidad, la higiene, la salud, el uso del tiempo libre, vestuario, trabajo, uso del dinero y hábitos alimenticios, familiares, amorosos, sexuales, estéticos, entretenimiento y un largo etc.


Lograron interiorizarnos concepciones acerca del sentido de la vida humana, la forma en cómo debe desarrollarse y el significado y el valor de las experiencias. Nos inyectan continuamente ciertos estímulos y cierta información, y se están sirviendo de todo tipo de artimañas para inscribirnos en un modelo de vida profundamente tóxico e inconsciente, dónde lo único que les interesa es que podamos servirles para tener una mejor capacidad productiva; y como si fuera poco, consumimos cuanta basura nos venden y ofrecen, sin percatarnos que nos estamos envenenando en todos los niveles y hasta les pagamos y los hacemos ricos por ello, a costa de estar al borde del colapso como especie y arrastrando con nosotros al resto del planeta.

Domesticaron nuestra capacidad de cuestionar; atontados, entretenidos e irreflexivos incluso de nosotros y nosotras mismas, y, por ende, de nuestras relaciones con la vida, el mundo, la madre tierra y los demás seres sintientes en este planeta.


No podemos seguir transmitiendo y siendo parte de la ignorancia que recibimos, permitiendo que este mundo sea el proyecto de unas cuantas élites que hicieron de lo común, un proyecto particular que exclusivamente sirve y beneficia sus propios intereses y que implica y tiene consecuencias sobre todos y todas. El modo de estar juntos que nos inculcaron es muy inconsciente, la explotación ahora es normal, sostenemos una realidad que no queremos sostener y ni siquiera sabemos cómo funciona, ni las circunstancias que nos amarran a ella y además la enseñamos, la replicamos impulsivamente e incluso se la exigimos a los demás.

Para que las cosas cambien a gran escala, primero deben cambiar a pequeña escala y, esa pequeña escala, es cada uno de nosotros.


¡Tremenda lección la que estamos aprendiendo!

Estamos permitiendo que el mundo nos diga cómo son las cosas, como si la realidad fuera algo fijo, ¡la realidad es lo más frágil que hay, todo está cambiando constantemente!

En la información que los medios de comunicación nos brindan, hay una gran manipulación y responde a unos intereses específicos: nos quieren con miedo porque un ser humano con miedo no es capaz de razonar, no asume su poder. El miedo es una de las frecuencias más bajas de vibración que además de enfermarnos, nos hace sentirnos separados de la vida, cosa que es imposible.

No creas que las noticias son un reflejo claro de la vida, porque sólo muestran, se concentran y se alimentan de lo que no va bien.

El descontento común nace del descontento individual. Podemos revolucionar todos nuestros vínculos.

¡Empezar a hacer las cosas distinto, eso sí cambia las cosas! No puede ser que la obediencia y la docilidad por miedo, pereza o ignorancia sea lo que nos une. ¿Qué más nos une entonces? Podemos empezar por compartir la búsqueda para encontrar soluciones.

La alternativa a este modelo imperante se llama consciencia, consciencia de nuestros actos, de nuestro día a día, de nuestras relaciones, de nuestros verdaderos deseos, de nuestras elecciones, de nuestros pensamientos. En nuestra mente empieza todo, porque a donde van nuestros pensamientos va nuestra energía.


¡Nuestra mente es nuestra medicina!


Por eso es tan importante, y más en estos tiempos, empezar a meditar. Liberémonos de sufrir por lo que los demás hacen y hagámonos cargo de lo que hacemos nosotros. Seguimos atados a conceptos que se generaron hace cientos de años sin darnos a la tarea de crear espacios y formas inéditas de compartir y relacionarnos.


Algunas disciplinas orientales prohíben a sus practicantes el combate hacia afuera. Para ellos no es un buen método porque, cuando “nos agarramos” con otro afuera, es porque estamos creyendo que ese otro es lo que nos está frenando y es la causa de nuestra infelicidad, y ahí le estamos transfiriendo todo nuestro poder. Podemos cambiar la experiencia interna que tenemos de las cosas. Cuando culpamos a los otros “es por culpa de mi marido, del vecino, del presidente, del ministro, etc.” olvidamos toda posibilidad de generar realidad propia. Los orientales dicen: si peleamos afuera porque queremos destruir un obstáculo, es porque creemos que ese obstáculo está afuera. Es importante aclarar que no está mal resolver cosas en el exterior, claro que es necesario juntarnos para manifestarnos, juntos somos más inteligentes, pero no hay que poner en el exterior el peso de la solución de nuestras vidas, pues esa es una decisión interior porque el amor, la felicidad y la gratitud son estados de consciencia.


¿Para qué queremos resolver cosas afuera si las estamos generando desde adentro? El combate principal debe ser interior: contra lo que en nosotros decide de antemano que va a ser imposible, que no se puede lograr. Adentro lo disuelvo y afuera lo resuelvo, ese es un lema oriental del cual podemos aprender mucho.

Somos responsables de nuestros actos y sus consecuencias. No le endosemos el problema a nadie; preguntémonos más bien ¿qué es lo que yo puedo hacer?, eso que llamamos futuro lo estamos creando hoy, lo construimos día a día en nuestra relación con el cotidiano; prácticas, rutinas y hábitos de conducta que podemos empezar a cambiar porque ¡no estamos condenados ni condenadas a repetir patrones!


Descargamos las responsabilidades y culpas al otro, al vecino, al gobierno, a la mala suerte, a este mundo, todos hablamos de nuestros derechos, ¿y qué de nuestros deberes? Si cada ser humano se hiciera realmente cargo de sí mismo, nadie tendría que estar lidiando con lo de los otros. ¡Dejemos de poner a sufrir al otro con nuestros desórdenes! No es necesario esperar una política pública, volvámonos esa política. ¡La lucha se vuelve desde todos los frentes en que somos capaces de desplegar nuestras reflexiones!

No tener miedo y obrar y compartir desde el amor, son hoy la mayor acción insurgente en estos tiempos. Vamos a encontrarnos, vamos a juntarnos, vamos a ayudarnos, ¡unirse para vivir es súper práctico! Como dijo el mayor Tupac Amarú: "¡Volveré y seremos millones, pero tenemos que reunirnos ya!".


Liberémonos de los sistemas de creencias que no nos permiten experimentar otras formas de estar en la realidad, de participar y de crear en ella; porque si ponemos atención eso es lo que nos está reclamando la vida: cambio, expansión, transformación y esa transformación sólo puede empezar en un lugar. ¿Por dónde empiezo? ¡Por mí! ¡Por dónde más! Nuestro cuerpo es nuestro tiempo y nuestro espacio. Recordemos la capacidad que tenemos para contribuir conscientemente en la transformación colectiva de estas condiciones de existencia; no somos culpables de todo lo que está sucediendo en el mundo, pero sí somos responsables del pedacito que cada uno y cada una es, y este pedacito, sumado al tuyo, y al de él, y al de ella, y al del otro y la otra, da como resultado, el mundo. El gran propósito es colectivo, pero el esfuerzo es individual.


Trabajarse a sí mismo es trabajar para todo el planeta, porque cuando uno florece hace que todo alrededor florezca, sin olvidar que florecer exige pasar por todas las estaciones.

Estamos vivos y vivas en una época muy especial para la humanidad de profunda transformación planetaria, en la que podemos ser partícipes activos de la construcción de nuevos horizontes para el planeta, entonces, en ese orden de ideas, que el mundo se venga abajo es una curación, estamos sanando, nos estamos teniendo que cuestionar y replantearnos las formas tan perjudiciales en las que hemos estado profundamente sumergidos por tanto tiempo, tan inconscientes de ello que es necesario un buen sacudón en todos los niveles a ver si despertamos, todo esto que nos está pasando nos está permitiendo corregir.


De ahí la importancia de ser muy cuidadosos y cuidadosas con lo que sea a lo que decidamos entregarle nuestro tiempo y nuestra energía. En el fondo cada uno y cada una sabe que hay que trabajar en sí, a cuáles aspectos le tenemos que prestar especial atención, y lo que nos falta quizá, es coherencia y fortalecer mucho más la voluntad, cuestionar cómo estamos priorizando en nuestras vidas, y entrenar nuestro discernimiento para que a la hora de elegir seamos y encarnemos nuestras reflexiones, convicciones y deseos más profundos caminando lo que pensamos.


¡Es el momento de que esa concepción que tenemos de lo que debería ser un ser humano lo reflexionemos, lo despleguemos, lo contrastemos y lo pongamos en práctica a la vista de todos y todas! Que la forma en cómo vivimos sea nuestra opinión al respecto, o dicho de otro modo, que nuestra práctica sea nuestra prédica.


Y para ello primero hay que trabajar en el descuido en el que nos encontramos; la decisión de salir de un estado es muy importante; resolver nuestras desarmonías interiores empieza por actos tan sencillos y contundentes que hablan del cuidado de sí como posibilitar el descanso que nuestro cuerpo necesita, dormir bien, comer bien: cuidar lo que entra a nuestra boca y cómo lo comemos. El acto de alimentarnos es uno de los actos más sagrados, pues de lo que comemos es de donde vamos a sacar energía y la información energética para pensar, sentir, decir y hacer; en estos cuatro verbos están resumidos todos nuestros poderes creadores. Entonces, por ejemplo, cuando consumimos un producto de origen animal, estamos financiando y siendo parte activa de esa consciencia de depredación que nos tiene en este modo tan hostil como especie humana en relación al resto de vida del planeta, literalmente nos comemos el dolor, el sufrimiento, y el miedo que les provocamos a esos otros seres sintientes hermanitos, que tenemos como esclavos y que llamamos animales.


Cuidar lo que sale de nuestra boca: la palabra, nutrirnos en todos los niveles; respirar conscientes, aprender a estar realmente presentes en el presente, enseñarle a nuestra mente a descansar, a callar esa maraña de charlas internas que la mayor parte del tiempo no nutre, consumir buena información, hacer lo que nos encanta hacer, dedicar mucho tiempo a seguir cultivando nuestros talentos, agradecer, ayudar, reír, crear, explorar, disfrutar, compartir atentamente con los seres que amamos; no olvidemos que en cualquier instante todos y todas vamos morir (vivimos una mini fraccioncita de segundo en el Universo, un puntito de luz que tendríamos que aprovechar y disfrutar al máximo). No desperdiciar nuestro tiempo en tanta bobada, trascender las trampas que nos hacen caer en una mala gestión de las emociones, perdonar, soltar, aceptar, dejar atrás, seguir agradeciendo, recuperar nuestro poder de elegir, aplicar, aplicar y aplicar toda esa sabiduría que ya tenemos, que ya somos.


Basta de ser botadores de sufrimiento, de pasar las penas con aguardiente, estar bien es una elección interna. Ubiquemos por dónde se nos está fugando nuestra energía vital y transformemos lo que haya que transformar con fuerza y con alegría. El desorden personal contribuye al desorden colectivo, cada cual vive en el mundo que es capaz de imaginar, teniendo dos opciones: sufrirnos o construirnos.


La gripita planetaria si algo nos ha mostrado contundentemente es lo interconectados que estamos todos y todas, y lo interdependientes que somos, ¿cómo aprovechar esto para la cocreación de un porvenir en el que realmente podamos participar, apoyados en el respeto, la armonía, el amor y la solidaridad de cuerpos singulares en un mundo en el que todos y todas quepamos? Se está hablando mucho de ser libres, y se está utilizando esta palabra como una excusa para enfrentarse a la realidad de una manera superficial, de no hacerse cargo de su responsabilidad personal en este mundo en el que todos estamos implicados hasta los huesos. Ya basta de ser las células cancerosas que se están carcomiendo este maravilloso planeta; está en nuestro poder esa elección y es una elección de vida que hacemos a cada instante con nuestros pensamientos, porque pensar mal también es contaminar el planeta.


Cada quien hace conexiones diferentes; desde esas que seas capaz de hacer, en las que creas y te creas capaz de ayudar, hazlo y no te ahorres ningún esfuerzo. Si hay algo que te sirve y te ayuda para vivir mejor, vos que lo podés ver, mostráselo al otro amorosamente que no ha podido verlo o que no se lo han dejado ver, respetando también su poder de elección.


El futuro es lo que hagas hoy, ¡ahí está nuestra protección!


Si todo lo que hacemos genera unas consecuencias y con esta consciencia vivo y actúo desde el amor, eso será mi cosecha, la receta es muy sencilla: siembro mangos, cosecho mangos, siembro limones, cosecho limones.

¡A sembrar pues lo que queremos para nuestros días! Compartimos esta realidad y ese hecho nos hermana, ¡en todo momento decidimos quienes somos y quiénes queremos ser, y lo hacemos a través de las elecciones que realizamos!


En los extravíos nos esperan los hallazgos. La propia cultura engendra las fuerzas con las que podríamos llegar a renovarnos, el miedo es la razón para encontrar el valor. Este gran cuerpo común que entre todos formamos y esta capacidad indefinida de transformarnos, es el horizonte en el que cada vez más algunos y algunas queremos insistir. El mismo en el que insiste Rilke en su hermoso libro Cartas a un joven poeta: "Tal vez todo lo terrible es, en su más profunda razón de ser, lo desamparado que espera nuestra ayuda."


Todos los caminos son caminos evolutivos, sin embargo, deseo profundamente que tengamos el amor, la comprensión, la constancia, la valentía, la humildad, la alegría esencial, la gratitud, la intención, la intuición, la atención, la confianza, el silencio y la fuerza interior para atrevernos a crear nuevos caminos en lugar de adaptarnos a lo que ya está, liberarnos de lo que ya no nos sirve, quedarnos con lo mejor de cada momento, y seguir expandiéndonos, aprendiendo y desaprendiendo, creciendo y disfrutando sin tanto conflicto, eligiendo todo aquello que nos lleve a expresar nuestro más alto bien y nuestro más alto potencial, no sólo para nosotros y los que amamos, sino para toda la existencia.


“Traicionarse a sí mismo para no traicionar a otros es también traición, y es la traición más alta”.


Escuchemos nuestra naturaleza interior.


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