No se puede delegar la experiencia, no sin consecuencias
La tierra en el cielo, el paraíso prometido, el Samadhi, el eterno presente, el Sat chid ananda... Sin importar el nombre, todas las religiones y la espiritualidad nos han hablado de ese estado de plena satisfacción, paz y disfrute que subyace la existencia de las formas y trasciende la vida y la muerte.
Aunque la diferencia más importante entre la espiritualidad (la real) y las religiones, es que, según la espiritualidad, dicha bendición ocurre aquí y ahora. No necesitamos intermediarios, ni permisos; no hay condiciones para acceder a ella porque no es algo que se pueda obtener, entender, alcanzar o mucho menos llegar... es algo que somos, que fuimos y seremos.
No importa cuánto intentemos, nunca podremos dejar de ser lo que somos, aunque sí podemos olvidarnos. Y eso es lo que pasó, se nos olvidó quiénes somos, y más específicamente, cómo se siente ser lo que somos.
Este, y nada más que este, fue el mensaje del Buda:
Tú eres lo que estás buscando (por eso no te encuentras, como una linterna buscando luz).
Nadie más que tú puede encontrarse/sentirse.
Por eso Buda, ajeno a toda religión, sin buscar adoradores ni seguidores y convencido de que sólo la experiencia propia puede otorgar la libertad, pidió encarecidamente que no se levantaran estatuas en su nombre, pues cualquier esfuerzo en otra dirección que no sea la experiencia personal es un desperdicio; y aunque una luz puede alumbrar a otra, definitivamente no puede brillar más que por ella misma.
Nada ni nadie te va a salvar, ni una estatua, ni una cruz, ni un rosario. Tú y solo tú eres responsable de recordar cómo se siente ser eterno.
Basado en esta profunda comprensión, José Pinedo, Karma Yogui, nos compartió su viaje transformador durante los últimos ocho meses como voluntario en el Vanadurga Ashram. Nos relata cómo ha aprendido gradualmente a anclar su conciencia en el presente, priorizando la experiencia sensorial sobre el constante diálogo mental.
José comparte cómo dedicó varios años de su vida a perseguir una ilusión que, con el tiempo, se desvaneció inevitablemente. Sin embargo, en ese proceso de pérdida, encontró la oportunidad de abrazar el poder del momento presente. Ahora, nos invita a todos a abrazar esta misma sabiduría, a ser plenamente nosotros mismos sin esfuerzo alguno.
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