Comprar tierra es el acto pacífico más revolucionario que puede hacer un activista.
Un apartamento de 70 metros cuadrados en algún barrio regular de Medellín cuesta lo mismo que 100 hectáreas de bosque, río, pájaros, aire puro, vista, y alimentos en alguna vereda del oriente antioqueño.
Cuestan lo mismo, pero no valen igual.
La tierra permite la vida, la hace agradable y bonita, es mucho más valiosa que un pedazo de cemento dónde dormir y ver televisión.
Por eso aquellos que saben hacer y cuidar la riqueza, compran tierra, saben que es la forma más segura de almacenar valor.
La cuestión realmente importante es para qué y por qué comprar.
¿Para qué? Para cuidarla, para extender y asegurar su riqueza/belleza.
¿Por qué? Porque si no está en manos de quien la cuida, queda en manos de quien la abusa. Y los demás... llorando.
Comprar tierra para poder desarrollar el territorio y custodiarlo, para que esté en manos de quienes quieren vivir ahí, de quienes piensan en sus hijos y los hijos de sus hijos y sus vecinos, incluidos plantas y animales.
Lo mejor que puede pasar es que la tierra esté en manos de quienes quieren ser responsables de su propia vida, de la cultura, la política y sobre todo de la economía que ocurre en el territorio donde habitan.
Desarrollar territorio no es cuestión de dinero. Es mucho más complejo. Es en principio y sobre todo cuestión de voluntad, de creérsela y querer participar.
Te invitamos a conocer la historia de Camilo que a sus 40 años cumplió el sueño de liberarse financieramente y participar activamente del cambio hacia una sociedad positiva y ecológica.
Camilo nos cuenta como se convirtió no solo en propietario, sino además en custodio de más de 400 hectáreas en un lugar hermoso del oriente antioqueño. Y además nos explica los 3 principios fundamentales para el desarrollo sostenible de territorio en Colombia.
1. Preservación
2. Soberanía alimentaria
3. Integración Local
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