Para muchos, el fútbol es el opio del pueblo, un distractor de las masas, una herramienta que fácilmente funciona como cortina de humo para tapar algún acontecimiento escandaloso o hasta un acto de corrupción. Para otros que patean un balón con botas pantaneras bajo la lluvia, en medio de montañas y ríos voladores [neblina], un partido de fútbol es un momento para disfrutar, para reírse un poco y quizás hasta para soñar en medio de la celebración de algo, aparentemente trivial como un gol. De nuevo, como pasa en muchas de las creaciones de la humanidad, tendemos a explotar al máximo, a sacarle todo el jugo, hasta lo que no tiene, a una actividad, situación, cosa o hasta a una vida.
¿Qué tal ver el fútbol como una oportunidad, como una herramienta unificadora en la que, aparte de disfrutar, se tejan lazos que siempre existieron, pero que, quizás, hemos olvidado? Quizás como un puente que nos permita conectar puntos de vista, y es que esta posibilidad se hace aún más evidente cuando implica a su vez una conexión con el territorio a través de caminos que es necesario recorrer para llegar al lugar de encuentro: la cancha de fútbol.
La semana pasada, algunas personas de la vereda Camelias que está ubicada justo detrás de una de las montañas que prácticamente resguardan a Vanadurga Ashram, convocamos una caminata con partido en la escuela de Camelias…
La misma escuela de unos blogs atrás que queda en medio de la selva, como un oasis y de difícil acceso como los tesoros de la vida, que habilitó su espacio una vez más para un encuentro entre seres especiales, como Uber y Jhon, quienes propusieron esta iniciativa y fueron los guías una vez más de este encuentro.
Lo bueno de estas experiencias (que cada vez son más frecuentes) es que el camino siempre se ve con ojos diferentes. Se suman personas, hay abrazos nuevos por probar. Y en esa suma de perspectivas diferentes nos damos cuenta, que algunos valoran la ayuda para pasar el río y otros que les carguen un momentito su maleta pesada llena de rutina, un día diferente para una mamá que a diario carga a su bebé y para la que la montaña es difícil de subir, pero es su responsabilidad diaria.
En este compartir, de comida, sonrisas y perspectivas de la tierra, nos encontramos mirando con admiración nuestra diminuta existencia en comparación a la selva y la vida que nos rodea, y de eso cada persona que estaba ahí hacía parte. Del asombro y de la maravilla que nos regala la naturaleza.
¿Cómo conservar este rincón de abundancia, biodiversidad y de vida que es tan importante y no únicamente para los que lo habitan, sino para toda Colombia y hasta para el planeta entero? De hecho, el propósito real de todo este movimiento ecológico en la Cuenca del Río Arenal, no es CONSERVAR, sino REGENERAR.
Desde una perspectiva reduccionista, regenerar implica simplemente algo como imitar a la naturaleza y sus sistemas, y dejar que ella haga lo suyo, pero no es un camino tan simple y no siempre da resultado; depende de varios agentes y sus interacciones, un proceso complejo que involucra el esfuerzo del ser humano, que en realidad es la única especie, el único sistema de vida que ha alterado al planeta de manera drástica. Revertir este proceso y crear abundancia es un reto que parece imposible, pero al mismo tiempo, es una oportunidad a la que muchas personas le estamos apostando; entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo mal?
"Invertimos miles de millones de dólares en la protección de los ecosistemas y las especies en peligro de extinción, pero estos esfuerzos no siempre dan resultado, y en parte se debe a que a menudo ignoran a las personas. Cuando hablamos de conservar los ecosistemas, en realidad estamos hablando de cambiar la forma en que las personas interactúan con el medio ambiente. La conservación, en última instancia, es un proceso social arraigado en las decisiones de las personas. Tiene consecuencias no solo para las especies y los ecosistemas, sino también para las personas y sus medios de vida. Necesitamos comprender esas consecuencias si queremos encontrar soluciones que sean efectivas, duraderas y equitativas." Mary Kate McCoy - conservation.org
Ignoramos el factor humano en el proceso de regenerar. Olvidamos que todas las decisiones que tomamos a diario tienen un impacto no sólo en la naturaleza sino también en otros seres humanos, y que es necesario unirnos para llegar a una serie de acuerdos que nos permitan orientar de forma efectiva los procesos de conservación y regeneración, algo que no es nada fácil teniendo en cuenta las diferentes perspectivas de cada grupo que habita, por ejemplo, un territorio.
Entonces, ¿por dónde empezamos? Quizás por lo aparentemente simple, pero a veces, lo más complejo: ESCUCHARNOS. Escuchar las voces, los inconvenientes de las personas que ya han habitado este territorio, sus molestias, sus alegrías, buscando solamente estar presentes en ese proceso de escucha; más que juzgar, se trata de una oportunidad para ampliar nuestra percepción de la existencia, y para que esto funcione, es necesario ir a dónde están los agentes que han habitado el territorio, participar de sus actividades más que intentar imponer las que nosotros consideramos correctas, e integrar, quizás sin muchas palabras de introducción, quizás únicamente con nuestros actos, estando cada vez más presentes y sin perder el sentido de orientación en un proceso que evidentemente tardará varios años.
Escrito por: Camilo
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