Por: Camilo Primitivo
Imagine despertar una mañana y encontrar que toda la naturaleza alrededor, los ríos, la selva, el bosque, las aves, el sonido de las chicharras, han sido reemplazados por la vibración estrepitosa de camiones, motos, conjuntos residenciales con casas en forma de cubo y edificios enormes alrededor. Evidentemente esto no pasaría de la noche a la mañana, pero imagine que este fuera el caso.
Probablemente es difícil imaginar este escenario porque es la realidad a la que nos estamos intentando adaptar durante los últimos 200 años o más, la realidad que vemos y vivimos a diario. Son pocas las personas que aún viven cerca a la naturaleza, que es precisamente el ambiente en el que evolucionamos durante millones de años.
Nos hemos adaptado al frío y al calor, a sentir la tierra bajo nuestros pies y a los rayos solares sobre nuestra piel; especialmente, nos hemos adaptado a movernos frecuentemente, por lo menos caminando, por lo menos. Ir en contra de esta naturaleza evolutiva probablemente nos enfermaría, y es justo lo que está pasando con muchas personas en el mundo: largas horas de sedentarismo frente a múltiples pantallas digitales, falta de conexión con nuestros alimentos (sí, esto va más allá de simplemente ir al mercado en carro y recoger latas de maíz, frutas higienizadas y cereales empacados en plástico...), falta de conexión con nuestros sentidos y el entorno. Esta es la humanidad moderna que además estamos perpetuando con nuestras decisiones al querer más objetos, más espacios cerrados, más cemento y menos incomodidades.
"Vivimos una vida cada vez más recluida, esterilizada y climatizada; comemos en exceso, no corremos ningún riesgo y tenemos una red de seguridad. Y como dijo la poetisa Mary Oliver, eso está afectando al grado en que experimentamos nuestra «única, salvaje y preciosa vida»." La Trampa del Confort - Michael Easter
Incomodarnos no necesariamente implica entrar en la selva y perdernos para poner a prueba nuestro instinto de supervivencia; esto sería un poco absurdo, especialmente si consideramos el panorama actual de muchos de nosotros, alejados de nuestra necesidad biológica de movimiento. Incomodarse puede ser simplemente empezar a adaptarnos de nuevo, a conectar con la naturaleza para despertar no sólo nuestro instinto sino también nuestra percepción de integración con la naturaleza.
Precisamente este es el fin de las caminatas que venimos compartiendo no sólo junto a habitantes de la vereda, sino también con vecinos de otras veredas que están interesados en fortalecer los tejidos comunitarios, en darle vida al poder ancestral de los caminos.
Las carreteras, las autopistas, son una supuesta señal de progreso, pero ¿a qué le estamos llamando progreso? ¿a estar cada vez más alienados de nuestra fuerza natural? ¿a tener cada vez menos corredores biológicos que permiten el equilibrio de la naturaleza? No podemos olvidar que venimos de ella, que somos ella y que su salud es el reflejo de nuestra propia salud y bienestar.
La invitación es a seguir conectando con estas posibilidades de una forma presente y consciente, a interactuar con las fuerzas de la naturaleza con la reverencia que ella reclama, y a crear opciones que nos permitan seguir protegiendo este hogar, nuestro único hogar.
Gracias a todas las personas que participaron de la última caminata liderada por Uber, jardinero creativo del ashram que además creció corriendo, caminando por estas montañas y que nos invitó a hacer un camino que al principio parecía demasiado retador; terminó siendo una demostración hacia nosotros mismos de nuestra capacidad física y nuestra fuerza mental.
Gracias y nos vemos en la próxima.
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